martes, 7 de junio de 2011

LEYENDAS URBANAS “CIENTÍFICAMENTE DEMOSTRADAS”


Hace ya un tiempo, un grupo de científicos publicó un artículo en una prestigiosa revista en el cual analizaban varias de las afirmaciones que corren de boca en boca, del tipo “hay que beber al menos 2 litros de agua al día”, “sólo usamos un 10% de nuestro cerebro”, “las uñas crecen después de muerto” o “el pelo se puede volver blanco después de un susto”. Seguro que estas, y muchas otras, las hemos oído cienes y cienes de veces a lo largo de nuestra vida, unas por boca de supuestos especialistas televisivos de programa de sobremesa, otras por el típico amigo de variopintas inquietudes, amenizador donde los haya de gastronómicas reuniones y fermentadas tertulias. Ésta última especie parece que ha mutado en el coetáneo y compulsivo enviador de correos en serie, contumaz e indeleble propagador de la cultura del “corta y pega”.


Recuerdo que en mi juventud, allá por el final de los 70, en algunos círculos sociales empezar una frase con un “está científicamente demostrado que…” equivalía al aviso de “ojo que lo que voy a soltar va a misa”. Hacía poco se había realizado el primer transplante de corazón (C. Barnard, 1967), el hombre había pisado la Luna (N. Armstrong, 1969), los descubrimientos sobre el origen del universo, el famoso Big Bang (G. Gamow, 1948) y la estructura de la base molecular de la herencia, el ADN (J. Watson & F. Crick, 1953) llevaban ya tiempo digiriéndose en la conciencia popular, dando la impresión de que empezábamos a alcanzar la cima del saber. Pero sobre todo, sobre todo, el lema de mayo del 68 “la imaginación al poder” parecía haber sido mal interpretado por algunos, que creyeron ver en el método científico una norma retrógrada y censora, y se dedicaron a emplear los crecientes conocimientos y medios técnicos en el estudio e interpretación de todo lo que se movía (o se movió en el pasado) sin ningún tipo de método ni control. Desde luego que la pseudo-ciencia no se inventó en los 70, pero con la televisión en pleno apogeo... ¿Se acuerdan de Uri Geller? ¿Y del Doctor Rosado?


Uri Geller y su particular cruzada contra la sopa de sobre

Un apunte: en 1969 se empezó a desarrollar Arpanet, la red militar norteamericana que constituye el embrión del actual internet, pero como entonces no se tenía ni idea de que el invento acabaría siendo útil para bajarse música, explicarle tu vida a una indiferente humanidad en facebook, o colgar videos de tus nulas habilidades deportivas en youtube, podemos considerar que no tuvo influencia.

Lo cierto es que si la mayoría de la gente no sabe lo que significa estar científicamente demostrado, ya que desconoce realmente cómo funciona el proceso de creación del conocimiento científico, no puede tener espíritu crítico para analizar la frase que se suelta a continuación. Otro día intentaré explicar cómo funciona la ciencia por dentro, pero hoy me gustaría que usasen sus conocimientos básicos del cuerpo humano, pusieran un poco de sentido común y pensasen por un momento en las cuatro afirmaciones del primer párrafo.

Hay que beber al menos 2 litros de agua al día

Origen de la afirmación:
El cuerpo pierde más de litro y medio de agua al día entre el sudor y la orina

Realidad:
Para compensar las pérdidas por el sudor y la orina, nuestro cuerpo necesita un aporte de unos dos litros de agua diarios, lo cual no implica que sean bebidos: toda la comida que ingerimos contiene agua en mayor o menor medida, y esa también cuenta (una dieta equilibrada ya supone más de 1 litro diario a partir del alimento sólido). Además, hay estudios que descartan totalmente una relación entre la hidratación de la piel y la cantidad de agua que se bebe. La capa externa de la piel la forman células muertas sin ningún riego sanguíneo, por lo que su apariencia en un individuo sano depende más de factores externos (insolación, infecciones, contacto con productos químicos, etc…) que internos. Si quiere tener una piel más hidratada, tome menos el sol y emplee parte del dinero que gasta en agua en comprar aceites hidratantes y protectores solares. Beba cuando tenga sed, excepto si tiene previsto realizar un ejercicio prolongado o estar expuesto a altas temperaturas. En estos casos es mejor avanzarse a las pérdidas.

Sólo usamos un 10% de nuestro cerebro

Origen de la afirmación:
Las posibilidades de conexión entre neuronas son potencialmente enormes.

Realidad:
Los estudios sobre actividad cerebral demuestran que todas las áreas del cerebro participan en alguna de las distintas funciones del organismo. Evolutivamente hablando, es totalmente inviable mantener vivo un órgano como el cerebro, tan caro en términos de consumo de energía (de hecho es el órgano que más energía gasta), para sólo usar un 10%... fíjense si no en los personajes que frecuentan las tertulias de Intereconomía, Punto Pelota o Sálvame. El que los humanos tengamos por costumbre no explotar todas nuestras capacidades intelectuales es una cosa, pero eso no quiere decir que un 90% de nuestro cerebro esté dormido esperando dominar un día la telepatía sin hilos para comunicarse con Raticulín.


Algunos políticos ya podrían irse a Raticulín
con telepatía o sin ella


Las uñas crecen después de muerto

Origen de la afirmación:
Cuando se ha abierto tumbas recientes, se ha observado que el pelo y las uñas eran más largos

Realidad:
Al morir se produce una deshidratación del cuerpo, lo que provoca una contracción de la piel al perder volumen y, consecuentemente, que las uñas parezcan más largas. Pero desde luego, las células de la base de las uñas, responsables de su crecimiento, mueren también a los pocos minutos de la muerte del individuo por falta de riego sanguíneo. Lo mismo sirve para el caso del supuesto crecimiento del cabello.

El pelo se puede volver blanco después de un susto

Origen de la afirmación:
Aparece en alguna novela de terror de la época del romanticismo, y en algunas historias de condenados a muerte

Realidad:
El cabello está formado por proteínas (queratina), no por células vivas, y crece lentamente desde la base, el único lugar donde hay células vivas, por lo que es del todo imposible que un acontecimiento puntual cambie su apariencia en sólo unas horas. Las situaciones de estrés producen un desvío del aporte energético hacia las funciones implicadas en los mecanismos de lucha/huida, e inhibe o disminuye las funciones no esenciales. Esto podría provocar una falta de nutrientes en el cuero cabelludo, la muerte de algunas células de la base del cabello y el consiguiente aumento de su caída. Curiosamente, los cabellos pigmentados son más débiles que los canosos, por lo que al morir preferentemente los primeros quedarían más los segundos, lo que podría dar la sensación de una tonalidad más clara en algunos individuos.

No ha sido tan difícil, ¿no?

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